Además, teniendo en cuenta el carácter esencialmente práctico de la profesión periodística, resulta comprensible que los problemas que se plantean en la teoría hayan tenido una traducción similar en términos prácticos. Es posible por tanto que muchas de las carencias que a continuación describimos procedan de planteamientos teóricos poco claros en relación con la especificidad, funcionamiento y técnicas narrativas de los diferentes géneros. Las contradicciones que consideramos especialmente peligrosas para la práctica profesional son las siguientes:
Primero, observamos una gran confusión terminológica entre género, formato, espacio y tipo de programa. En la práctica, un buen número de profesionales desconoce las tipologías y singularidades propias de cada género y en lugar de hablar con rigor de una noticia, de una crónica o de un informe, al final todo parece quedar reducido a una “pieza”. A menudo, esta confusión terminológica suele ir acompañada de un amplio desinterés por parte de los profesionales hacia el tema de los géneros, por considerar que se trata simplemente de una cuestión meramente teórica, académica o especulativa que no tiene gran incidencia en la práctica profesional.
Además, la sobreutilización de algunos géneros contrasta con la falta de empleo de otros. El actual modelo de radio se caracteriza por el predominio casi exclusivo de los géneros informativos y de opinión, llegando en el mejor de los casos a hacer una distinción entre géneros de diálogo y géneros de monólogo. En el camino quedan modos de representación tan radiofónicos como la interpretación y la valoración de los reportajes, de las mesas redondas, de las entrevistas con profundidad, las crónicas, que aparecen sólo como excepciones en las parrillas de programación de las emisoras o bien desdibujadas o simplificadas en sus características. En el camino también se mezcla con demasiada frecuencia la información con la opinión, de manera que el oyente no es capaz de reconocer sus funciones. Es posible que esta realidad tenga que ver con el carácter cambiante de los géneros radiofónicos que hace que algunos de ellos estén de moda en un momento determinado -como lo fue la tertulia en la radio española a comienzos de los noventa- mientras que otros que antiguamente fueron muy utilizados se encuentren hoy prácticamente en desuso -como el dramático de los años cincuenta-. Es posible también que esta desproporción entre el uso de los diferentes géneros obedezca también a factores económicos, tal como han criticado algunos autores en referencia a la tertulia cuyos costes resultan más económicos que otros tratamientos de mayor tiempo de producción. Este hecho no está exento de implicaciones deontológicas ya que estos mismos autores han cuestionado también que la mera especulación se haga en ocasiones en detrimento de la información documentada (Toral, 1998).
Tampoco podemos olvidar que la actual narrativa radiofónica acoge también ciertos géneros que resultan sencillamente inclasificables según los cánones teóricos actuales. Hay muchos textos que son escurridizos, que escapan a las clasificaciones, que no mantienen una regularidad, que no encuentran quien actualice la apenas esbozada teoría de los géneros en radio. La escasa radio de laboratorio se hace en torno a piezas de géneros inexistentes e inclasificables que, mientras no tengan un marco teórico sólido, desconciertan a la audiencia y son incapaces de constituirse en modelos constructivos. Por si fuera poco, en los últimos años, la llegada de Internet y la posibilidad de combinar la radio con éstas y otras tecnologías interactivas dan lugar a nuevos productos como la radionovela interactiva (Cebrián Herreros, 2001: 225) y complican aún más la labor de clasificación de los teóricos.
Existen además imprecisiones derivadas de la interferencia de la personalidad de un conductor en la singularidad de un género determinado. En ocasiones, lo que se observa es que la personalidad más o menos carismática de ciertos presentadores o conductores desdibuja los límites pacíficamente compartidos que definen a algunos géneros borrando así las fronteras que separan a un género de otro e incrementando la confusión a la hora de distinguirlos. Este fenómeno puede detectarse, por ejemplo, en el caso de las tertulias cuando el conductor olvida su papel de moderador de la charla y participa con sus opiniones en el transcurso de la emisión.
VANESA PERALTA LOPEZ
Primero, observamos una gran confusión terminológica entre género, formato, espacio y tipo de programa. En la práctica, un buen número de profesionales desconoce las tipologías y singularidades propias de cada género y en lugar de hablar con rigor de una noticia, de una crónica o de un informe, al final todo parece quedar reducido a una “pieza”. A menudo, esta confusión terminológica suele ir acompañada de un amplio desinterés por parte de los profesionales hacia el tema de los géneros, por considerar que se trata simplemente de una cuestión meramente teórica, académica o especulativa que no tiene gran incidencia en la práctica profesional.
Además, la sobreutilización de algunos géneros contrasta con la falta de empleo de otros. El actual modelo de radio se caracteriza por el predominio casi exclusivo de los géneros informativos y de opinión, llegando en el mejor de los casos a hacer una distinción entre géneros de diálogo y géneros de monólogo. En el camino quedan modos de representación tan radiofónicos como la interpretación y la valoración de los reportajes, de las mesas redondas, de las entrevistas con profundidad, las crónicas, que aparecen sólo como excepciones en las parrillas de programación de las emisoras o bien desdibujadas o simplificadas en sus características. En el camino también se mezcla con demasiada frecuencia la información con la opinión, de manera que el oyente no es capaz de reconocer sus funciones. Es posible que esta realidad tenga que ver con el carácter cambiante de los géneros radiofónicos que hace que algunos de ellos estén de moda en un momento determinado -como lo fue la tertulia en la radio española a comienzos de los noventa- mientras que otros que antiguamente fueron muy utilizados se encuentren hoy prácticamente en desuso -como el dramático de los años cincuenta-. Es posible también que esta desproporción entre el uso de los diferentes géneros obedezca también a factores económicos, tal como han criticado algunos autores en referencia a la tertulia cuyos costes resultan más económicos que otros tratamientos de mayor tiempo de producción. Este hecho no está exento de implicaciones deontológicas ya que estos mismos autores han cuestionado también que la mera especulación se haga en ocasiones en detrimento de la información documentada (Toral, 1998).
Tampoco podemos olvidar que la actual narrativa radiofónica acoge también ciertos géneros que resultan sencillamente inclasificables según los cánones teóricos actuales. Hay muchos textos que son escurridizos, que escapan a las clasificaciones, que no mantienen una regularidad, que no encuentran quien actualice la apenas esbozada teoría de los géneros en radio. La escasa radio de laboratorio se hace en torno a piezas de géneros inexistentes e inclasificables que, mientras no tengan un marco teórico sólido, desconciertan a la audiencia y son incapaces de constituirse en modelos constructivos. Por si fuera poco, en los últimos años, la llegada de Internet y la posibilidad de combinar la radio con éstas y otras tecnologías interactivas dan lugar a nuevos productos como la radionovela interactiva (Cebrián Herreros, 2001: 225) y complican aún más la labor de clasificación de los teóricos.
Existen además imprecisiones derivadas de la interferencia de la personalidad de un conductor en la singularidad de un género determinado. En ocasiones, lo que se observa es que la personalidad más o menos carismática de ciertos presentadores o conductores desdibuja los límites pacíficamente compartidos que definen a algunos géneros borrando así las fronteras que separan a un género de otro e incrementando la confusión a la hora de distinguirlos. Este fenómeno puede detectarse, por ejemplo, en el caso de las tertulias cuando el conductor olvida su papel de moderador de la charla y participa con sus opiniones en el transcurso de la emisión.
VANESA PERALTA LOPEZ
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