De esta forma, lejos de tratarse de una cuestión puramente académica y especulativa, la posible consideración de cualquier texto como un género tiene importantes consecuencias para su enunciación y recepción. Al ser una forma de representación de la realidad, el género se convierte al mismo tiempo en modelo de enunciación y recepción: es una herramienta para el trabajo de los periodistas y un pacto de lectura con las audiencias.
Como modelos de enunciación, los géneros cumplen tres funciones importantes:
Primero, son formas de representación de la realidad y sirven como sistemas de referencias que se modifican y evolucionan constantemente. Siguiendo a Sánchez y López Pan:
Los géneros periodísticos se le ofrecen al redactor como modelos de enunciación que le facilitan la tarea de escribir. Si no existieran, todo sería más complejo para él: no contar con una orientación, por ejemplo, le forzaría a inventar una fórmula adecuada para cada caso. De hecho, los que animan a experimentar fórmulas alternativas a la famosa pirámide invertida se encuentran con la resistencia de muchos periodistas que parecen quedarse desvalidos” (Sánchez y López Pan, 1998: 16-17).
En segundo lugar, los géneros son también herramientas para el trabajo de los periodistas e “instrumentos útiles de la pedagogía del ejercicio profesional” (Casasús, 1991: 91) porque facilitan la tarea de escribir y el entendimiento entre profesionales. Por su utilidad, creemos con Gomis que los géneros son particularmente importantes para la formación de los periodistas y para la organización del trabajo en una redacción, puesto que los profesionales se entienden entre sí gracias a los géneros y saben lo que se espera de ellos en cada caso particular (Gomis, 1989: 140).
De hecho, la importancia que tienen los géneros a la hora de enseñar la práctica periodística trasciende la simple reproducción de los esquemas tradicionales ya que -y aquí estriba la tercera función de los géneros como modelos de enunciación- estos suministran un conocimiento que permite superar o modificar los esquemas tradicionales. Tiene razón Casasús cuando afirma que es el conocimiento del sistema de géneros y no su ignorancia el que estimula a superar o a modificar los modelos tradicionales y que “no se puede avanzar en un campo que se desconoce” (Casasús, 1991: 92).
En cualquier caso, los géneros no sólo ofrecen utilidades para los productores de un mensaje sino también para sus consumidores. En concreto, como modelos de recepción, los géneros cumplen tres funciones esenciales:
En primer lugar, sirven como horizonte de expectativas para el lector (Martínez- Costa, 1989: 108) 2. Los géneros orientan a la audiencia y le proporcionan un pacto de lectura para que pueda entender con mayor claridad cuál es la actitud desde la que el periodista afronta la realidad y qué finalidad tiene al escribir. En este sentido, podemos afirmar también con García Jiménez que los géneros cumplen una función pragmática y a su vez hermenéutica. La función pragmática supone entender que los géneros hacen más legible el texto porque contribuyen a reconducir el conjunto de expectativas de los destinatarios (García Jiménez, 1998: 66-67). En virtud de la función hermenéutica, los textos narrativos resultan más legibles y comprensibles en la medida en que se ven validadas las expectativas del lector.
En segundo lugar, el uso de los géneros renueva además el interés del relato. Gracias a ellos es posible recuperar la atención y el interés del público puesto que las formas expresivas con las que se presentan los mensajes también se van renovando mediante los diferentes procedimientos constructivos:
“Pensemos, por ejemplo, en la escasa atención que prestarían los oyentes de un programa informativo si durante treinta minutos sólo se recurriera al género noticia y, por el contrario, en cómo el mismo programa es más fácil de escuchar si la actualidad se relata empleando géneros diferentes: noticias, crónicas, reportajes, entrevistas, etc.” (Merayo, 2002: 83).
Por último, los géneros constituyen también una cierta muestra de respeto hacia los receptores que -siguiendo a Muñoz- tienen derecho al menos a distinguir entre lo que es un punto de vista y lo que es una realidad incuestionable (Muñoz, 1994: 122).
Hasta aquí las funciones que ofrecen los géneros como modelos de enunciación y de recepción. Pero además de éstas, los géneros resultan también de gran utilidad para quienes describen y analizan la producción de los mensajes (Martínez Albertos, 2003: 56). Siguiendo a García Jiménez, los géneros cumplen para los académicos dos tipos de funciones: una cognitiva -ya que los géneros actúan como sistemas de reconocimiento y ayudan a identificar los relatos- y una función taxonómica -ya que permiten a los académicos distinguir y clasificar conjuntos de relatos- (García Jiménez, 1998: 66-67).
VANESA PERALTA LOPEZ
VANESA PERALTA LOPEZ